(11-Julio-2025).- En Tamaulipas, el sorgo no es solo un cultivo: es un símbolo de resistencia, identidad y productividad.
Durante más de 60 años, ha sido el motor económico de vastas regiones rurales, una apuesta segura frente a las inclemencias del clima y los vaivenes de la política. Pero ese protagonista discreto del agro enfrenta hoy un escenario que amenaza con llevarlo al colapso. Lo que hoy se vive no tiene comparación, es una caída sin red.
¿Quién es el sorgo para Tamaulipas? Es el cultivo que ocupa cerca del 90 por ciento de la superficie agrícola del estado. Es el ingreso de miles de familias. Es el alimento para el ganado, el eslabón que sostiene muchas cadenas productivas. Y, aún así, lo estamos dejando solo.
La amenaza no es repentina. Se ha venido gestando desde hace años con una mezcla peligrosa: la falta de programas sociales reales y efectivos para el campo, el avance implacable del cambio climático —con heladas inesperadas, sequías prolongadas y lluvias que ya no llegan cuando se necesitan—, y un vacío generacional alarmante. Cada vez menos jóvenes quieren —o pueden— quedarse en el campo. No hay incentivos, ni infraestructura, ni garantías. Así, la tierra envejece con sus últimos cuidadores.
¿En qué nos estamos convirtiendo? ¿Queremos repetir la tragedia del maíz en Sinaloa, donde el abandono institucional dejó a los productores al borde de la quiebra?
Tamaulipas está caminando por esa misma vereda. Y lo grave es que, mientras tanto, las decisiones se toman desde escritorios lejanos, sin escuchar el pulso del surco.
Leonel Cota Montaño, subsecretario de Agricultura y Desarrollo Rural, ha encabezado programas como Fertilizantes para el Bienestar y Producción para el Bienestar, pensados para reactivar el agro.
Sin embargo, lo que se necesita en Tamaulipas es mucho más que fertilizante: se requiere una visión integral, centrada en la rentabilidad, la comercialización y la formación de nuevos liderazgos rurales.
Y por si fuera poco algo de lo que tambien se carece es de medición, ya que no exiten registros para su estudio y seguimiento, quizá por ello no ven, lo que no se quiere ver, miles de tierras de cultivo abadonadas, sin esperanza.
La visita de Cota Montaño a Tamaulipas debería ser constante, no ocasional. El sorgo merece mesas de trabajo, seguimiento técnico, incentivos a la tecnificación, esquemas de aseguramiento climático y un modelo educativo que forme a la siguiente generación de productores.
Porque si el sorgo cae, no sólo pierde el productor: pierde Tamaulipas. Pierde México.
Perder el sorgo es dejar de ser lo que fuimos: un campo fuerte, productivo y orgulloso. Todavía estamos a tiempo. Pero hay que actuar. Y hay que hacerlo ya.
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