Por Martín Díaz
La ceremonia de toma de protesta de una nueva administración pública no es un simple formalismo; es el momento en que se asumen, de golpe y sin reservas, todos los compromisos y complejidades de una institución. Pero en Río Bravo, la gestión del alcalde Miguel Ángel Almaraz parece exhibir una preocupante curva de aprendizaje que ya le está costando millones al municipio. La ineficiencia y la aparente ignorancia sobre las responsabilidades más básicas del cargo están pasando una factura altísima.
La realidad es que, cuando uno se sienta en la silla principal, debe saber que no toma las riendas de un negocio particular, sino de una entidad pública. Esto significa heredar sus logros, sí, pero también sus pasivos, sus problemas y sus burocracias. Y el compromiso, jurado ante la ley, es ser eficiente en tiempo y forma, cumplir y hacer cumplir las normas. No se trata de ser cómplice de las fallas pasadas, pero mucho menos de usar el «legado» como excusa para la propia inacción.
La mejor prueba de esta falta de pericia inicial se ve en dos frentes que ahogan a Río Bravo. Por un lado, el millonario adeudo de 37 millones de pesos con el SAT. Una deuda enorme, generada porque impuestos retenidos a los trabajadores en 2018 nunca se entregaron a la Federación. Un agujero que, increíblemente, la actual administración tardó una cantidad inaceptable de tiempo en «descubrir» y denunciar. ¿Dónde quedó la pericia para revisar las cuentas desde el día uno? ¿Fue ingenuidad o simple desinterés?
Y por otro lado, la mala calidad del agua que llega a los hogares. Un problema tan básico y visible que, según se dice, fue lo que finalmente hizo que el alcalde «se diera cuenta» que la COMAPA no era municipal, sino estatal. ¡Qué paradójico! La realidad diaria y el sufrimiento de los ciudadanos tuvieron que ser el detonante para entender una estructura que debió conocerse antes de pisar el Palacio Municipal.
Estos no son problemas menores, son las arterias vitales de un municipio. Y la tardanza en reconocerlos y atacarlos de frente, sin rodeos ni excusas, es la verdadera crítica a esta administración. El gobierno de Río Bravo no puede ser un espacio de ocurrencias o de actuaciones de influencer, donde la información se revela a cuenta gotas y solo cuando ya no hay más remedio.
Si el alcalde Almaraz ya tiene identificados a los responsables del desfalco de los 37 millones, la solución no son las declaraciones a medias, sino las denuncias formales por la vía legal, sin dilaciones. Si no está claro cuáles son los alcances de su puesto, que se informe, que estudie, que asesore. Porque el cargo que juró no es para aprender sobre la marcha a costa del erario y del bienestar ciudadano. Río Bravo exige eficiencia, seriedad y un liderazgo que entienda que gobernar es mucho más que tomarse unas cheves con sus cuates en las oficinas de la Presidencia Municipal, donde cobra como Alcalde.
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