Crónica de la Semana: Maletas, milagros y memorias cortas
BETO GRANADOS, CALIFICACION 10, CASA CUNA REMODELADA
(18-Agosto-2025).- “Del ‘no somos iguales’ al ‘sí merezco abundancia’: los viajes europeos del nuevo poder”
Mientras algunos políticos sacan la maleta y otros se sacan de la manga los discursos de siempre, Matamoros demuestra que no todo está podrido en la política local.
Comenzamos por lo que sí vale la pena. El presidente municipal Beto Granados y la presidenta del DIF Matamoros, Ana Ariceaga de Granados, entregaron con toda la pompa (y merecida atención) los espacios remodelados de Casa Cuna. Y no, no se trató de una “entrega simbólica con tijera dorada”, sino de una mejora real para los niños y niñas que ahí viven. Camitas nuevas, áreas de juego dignas, televisión, espacios limpios y seguros… en pocas palabras, una muestra de que cuando se quiere, se puede, y cuando se puede, se debe.
Claro, no faltó el discurso sensible de Beto —que esta vez no suena a cliché—: “Ver la felicidad en los ojos de nuestras niñas y niños es la mayor satisfacción”. Y sí, por una vez, no queda más que decir: ¡10 de calificación!. Aquí no hay simulacro. Ojalá y no se les olvide seguirles poniendo atención cuando se apague la cámara.
Avances que dan esperanza
El gobernador Américo Villarreal Anaya compartió una noticia que marca un hito en Tamaulipas: según datos del INEGI, la pobreza extrema en el estado se redujo en un 50% en los últimos dos años. De 102 mil personas en esa condición al inicio de su administración, hoy la cifra ronda las 50 mil.
Este logro, en un contexto nacional complejo, no puede pasar desapercibido. Implica un esfuerzo conjunto entre gobierno y sociedad para generar políticas públicas más efectivas, y al mismo tiempo, refleja que sí es posible cambiar realidades cuando se trabaja con visión social y compromiso.
Aún queda mucho por hacer, pero el mensaje es claro: cuando hay voluntad, hay camino. Y si este ritmo se mantiene, Tamaulipas podría ser un referente nacional de transformación social.
Europa sí, memoria no
Resulta que ahora los viajes a Europa ya no son pecado. Al contrario, se justifican con la misma soltura con la que se empaca una maleta de diseñador: “Podemos viajar, no tenemos impedimento legal”, dicen. Qué conveniente. Y qué corto es el vuelo… pero más corta, la memoria.
Empezamos con la diputada federal Andrea Chávez, quien paseó por París con más estilo que ministra francesa, mientras en México su partido, Morena, gritaba a los cuatro vientos que la austeridad era bandera, no souvenir. Claro, ella respondió que pagó su viaje de su bolsa. Y aunque nadie la acusó de delito, lo que indigna no es el boleto… es la hipocresía.
Años atrás, cuando un priista o panista se tomaba un espresso en Roma o se tomaba selfies en el Big Ben, el discurso era feroz: «¡Con el dinero del pueblo!», «¡Insensibles ante la pobreza!», «¡Representan a la mafia del poder!». Y ahora, los mismos que antes marchaban con pancarta en mano, hoy se pasean con bufanda Louis Vuitton.
Y no viajó sola. También está el caso del senador Alejandro Armenta, quien aprovechó su gira para “estrechar lazos diplomáticos”, mientras en Puebla los ciudadanos estrechan el cinturón. ¿La diferencia entre un viaje oficial y unas vacaciones de lujo? Fácil: el hashtag que le pongas.
Ni hablar del excandidato presidencial y actual coordinador del PT, Gerardo Fernández Noroña, quien hace no mucho escupía fuego contra los “burgueses de Polanco”, y hoy se da su vueltita por Europa como quien va al tianguis. Lo que antes era símbolo de corrupción, ahora es networking progresista.
Y claro, cuando se les cuestiona, lanzan la ya clásica respuesta de cajón: “Antes viajaban con cargo al erario; nosotros lo hacemos con recursos propios”. Pues qué suerte tienen, porque hace unos años no podían pagar ni un vuelo a Cancún, y ahora resulta que les alcanza para Bruselas, Madrid y París. ¿Será que el poder también viene con millas acumuladas?
La doble moral no necesita visa. Antes marchaban con pancartas contra el derroche, ahora marchan por los Campos Elíseos como si nada. Antes pedían justicia social, ahora piden vino con etiqueta. Porque el problema no es viajar: es olvidar que llegaron al poder prometiendo ser distintos.
Y lo más grave: ahora que son ellos los que se despachan con cuchara grande, se atreven a decirnos que no hay nada que criticar. Pues claro que hay. No se hagan. El pueblo no olvida. Y si lo hace, para eso estamos los que escribimos estas columnas: para recordarles que las maletas de la incongruencia no caben en los compartimentos del cinismo.
Sugerencias y comentarios arabelagarcia01@hotmail.com
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